Se habla mucho de educación últimamente, los
políticos utilizan esta palabra en sus mítines, las autonomías se involucran en
una pugna por modificar el currículum según sus intereses, el profesorado
hace sobreesfuerzos para adaptarse a cada cambio de ley y las familias y
alumnos implicados se sienten desorientados hasta el punto de dejarse
arrastrar, en muchos casos y casi sin darse cuenta, a la orilla de la ignorancia
y la falta de una educación integradora y liberadora… Sí, se habla mucho, pero
quizás se hace poco o se intenta poco, o por decirlo de otro modo, se prefiere
ignorar la situación intentándonos convencer de que “cualquier tiempo pasado fue
siempre mejor”.
Y en
medio de esta situación, que no es más que el reflejo de lo que ocurre a nivel
mundial en otras dimensiones de la vida de la humanidad (sanidad, desarrollo,
economía, ecología, inmigración…), hay personas que siguen apostando, soñando e
implicándose por reflejar que otro mundo es posible.
¿Y nosotros, padres, profesores, personal del
PAS, alumnos, amigos, antiguos alumnos,
colaboradores…? creemos de verdad que podemos estar dentro de este grupo que
sueña el cambio?, ¿lo deseamos?
La palabra cambio nos aterra, supone riesgo,
aventura, confianza y pasión, y no siempre estamos dispuestos a embarcarnos en
todo esto, pues nos lleva irremediablemente a desinstalarnos, movilizarnos,
cambiar nuestra mirada y nuestros hábitos y abrirnos a algo nuevo que ni de
lejos sospechamos, pero que nos hace salir de nuestra zona de confort.
Sin embargo, para nosotros, comunidad educativa de
un Centro de la Fundación Educativa ACI, supone una “vuelta” a las raíces para
arraigarnos en ellas y dejar que nos impulsen hacia adelante con la fuerza de
nuestro carisma y las aportaciones novedosas que los tiempos actuales nos
regalan.
Y es que parece que hemos olvidado que nuestra
“pedagogía del corazón”, algo que pertenece a nuestra herencia, a nuestro ser
más profundo, es a la vez lo más novedoso y creativo, la fuerza más inspiradora
que tenemos para sumarnos al cambio que la educación nos pide hoy.
Desde los orígenes nuestras Fundadoras tenían clara
su misión: la educación evangelizadora, es decir, formar a alumnos competentes,al
estilo de Jesús de Nazaret, el hombre “competente” por excelencia. Ellas
sabían, que si bien, era importante dar conocimientos a los alumnos, más
importante aún era darles herramientas para la vida, recursos para
transformarse en personas “para los demás”. Y sabían que esto sólo era
posible desde una pedagogía muy concreta, la del corazón.
Durante más de 100 años, las Esclavas del Sagrado
Corazón de Jesús, han bebido de este carisma y lo han dado a beber a todas las
personas con las que se han relacionado. Nuestros proyectos educativos han
reflejado con claridad que la pedagogía del corazón era nuestra pedagogía propia
y nos ha inspirado el modelo de persona que queríamos formar. Desde el
inicio se perfilaron los rasgos y dimensiones de esta pedagogía propia y la
metodología que en aquellos tiempos se debía utilizar para dar calidad a
nuestra enseñanza. Y ahora, nos toca seguir caminando, creer que podemos educar
para el cambio.
Muchos os preguntaréis la receta mágica para hacer esto, y quizás aún estemos caminando a tientas, pero sabemos con seguridad, porque la experiencia lo demuestra, que cuando somos capaces de sacarle jugo a lo que la ley nos marca, concretándola en nuestros Centros a través de nuestra propia pedagogía del corazón, con metodologías activas, cercanas y adaptadas a los alumnos que tenemos delante, y con el añadido de la ilusión, creatividad y pasión por lo que hacemos, estaremos contribuyendo al cambio educativo, es más, al cambio de la sociedad y del mundo.
Hoy, seguimos creyendo con firmeza que sólo educando el corazón de nuestros alumnos estaremos colaborando con el proyecto y el sueño que Dios quiere para nuestro mundo, que sólo si estamos convencidos que educar es en definitiva amar, podremos transmitir la pasión por un mundo más justo solidario y por último, que sólo si estamos abiertos al cambio, a la novedad que nos traen los tiempos actuales y a la esperanza, podremos convertirnos en “parteros” de una nueva humanidad, porque como dicen una canción de Martín Valverde, “siempre estamos pariendo”… y a esto estamos llamados, a dar a luz, a posibilitar que en el mundo nazca la novedad que Dios nos trae siempre.
Probablemente será un “parto” difícil, y como todo parto supondrá pérdida, dolor y llanto. Tendremos que esperar pacientemente para ver los resultados, para comprobar que nuestros alumnos salen de nuestros Centros formados íntegramente, con un buen nivel de competencia adquirido…y tendremos que seguir esperando, nueve meses, y otros nueves meses, y otros tantos más… pero tendremos siempre la esperanza de que nuestra aportación, nuestro esfuerzo, dará su fruto y que los “partos” siempre llegan a su fin y ese fin es el tesoro más preciado que nos puedan regalar: la VIDA y ésta en abundancia.
Muchos os preguntaréis la receta mágica para hacer esto, y quizás aún estemos caminando a tientas, pero sabemos con seguridad, porque la experiencia lo demuestra, que cuando somos capaces de sacarle jugo a lo que la ley nos marca, concretándola en nuestros Centros a través de nuestra propia pedagogía del corazón, con metodologías activas, cercanas y adaptadas a los alumnos que tenemos delante, y con el añadido de la ilusión, creatividad y pasión por lo que hacemos, estaremos contribuyendo al cambio educativo, es más, al cambio de la sociedad y del mundo.
Eso sí, el cambio es cosa de todos, los equipos
directivos deben tener un plan estratégico, unas líneas estratégicas que le
indiquen el camino que tienen que liderar, el profesorado debe ser riguroso en
su formación permanente y en su actualización y ser conscientes de que lo
importante no serán las calificaciones, si no el contribuir para que el alumnado sea autónomo y protagonista de
su propio aprendizaje, las familias
tendrán que implicarse con la línea del Centro y los alumnos necesitarán abrir
su corazón y su mente para comprender que ahora son ellos el centro de nuestra
misión, que ahora tienen un papel más activo que nunca en su propio proceso de
aprendizaje.
Hoy, seguimos creyendo con firmeza que sólo educando el corazón de nuestros alumnos estaremos colaborando con el proyecto y el sueño que Dios quiere para nuestro mundo, que sólo si estamos convencidos que educar es en definitiva amar, podremos transmitir la pasión por un mundo más justo solidario y por último, que sólo si estamos abiertos al cambio, a la novedad que nos traen los tiempos actuales y a la esperanza, podremos convertirnos en “parteros” de una nueva humanidad, porque como dicen una canción de Martín Valverde, “siempre estamos pariendo”… y a esto estamos llamados, a dar a luz, a posibilitar que en el mundo nazca la novedad que Dios nos trae siempre.
Probablemente será un “parto” difícil, y como todo parto supondrá pérdida, dolor y llanto. Tendremos que esperar pacientemente para ver los resultados, para comprobar que nuestros alumnos salen de nuestros Centros formados íntegramente, con un buen nivel de competencia adquirido…y tendremos que seguir esperando, nueve meses, y otros nueves meses, y otros tantos más… pero tendremos siempre la esperanza de que nuestra aportación, nuestro esfuerzo, dará su fruto y que los “partos” siempre llegan a su fin y ese fin es el tesoro más preciado que nos puedan regalar: la VIDA y ésta en abundancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario